Si un viajero en el tiempo de hace dos o tres décadas aterrizara en la esquina de una calle cualquiera de una ciudad moderna, lo que vería le sorprendería enormemente.
En todos los lugares, bares, restaurantes, autos, tiendas y mientras caminan por la calle, las personas están absorbidas por unas pequeñas pantallas que sostienen entre las manos.
«¿Qué están haciendo?», se preguntaría el viajero. Y si se detuviera a preguntar a una de esas personas, probablemente la respuesta le sorprendería todavía más. Mucha gente ni siquiera sabe realmente qué hace cuando mira el celular.
Consultamos el móvil unas 150 veces al día. Apple dice que desbloqueamos el iPhone unas 80 veces. Y si es un Android, el número aumenta hasta 110.
Los smartphones han cambiado la manera en que usamos nuestro tiempo libre. Tenemos una batalla casi personal con nuestro teléfono. Limitamos el número de horas que lo usamos, le quitamos el sonido, reducimos el brillo de la pantalla… Pero el celular parece tener un poder casi hipnótico sobre nosotros.
El FOMO (Fear of Missing Out) es un fenómeno psicológico que se ha intensificado en la era digital, especialmente en el contexto de la economía de la atención. En un mundo donde las plataformas digitales compiten ferozmente por captar y mantener nuestra atención, el FOMO se convierte en una herramienta poderosa. Las redes sociales y otros medios digitales constantemente nos bombardean con imágenes y noticias de eventos, oportunidades y experiencias que otros están disfrutando, creando una sensación de urgencia y ansiedad por no quedar fuera. Esta dinámica no solo afecta nuestro bienestar emocional, sino que también impulsa el consumo y la participación en estas plataformas, alimentando un ciclo continuo de atención y engagement que es fundamental para su modelo de negocio.
«La economía de la atención es inevitable«, le cuenta a la BBC.
«Algunas firmas tecnológicas estaban desesperadas por un nuevo modelo de negocio; se dieron cuenta de que tenían que captar la atención de la gente. Fue un gran cambio en la historia del capitalismo cuando algunas de las más importantes se decantaron por ese modelo», explica Wu.
«Todo iba a ser gratis. Había llegado un nuevo tipo de economía».
James Williams trabajó durante más de 10 años en Google, pero dejó la compañía para investigar cómo la tecnología capta nuestros sentidos y cuáles son las implicaciones morales y políticas de la economía de la atención.
Williams trabaja en el departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Oxford, Inglaterra, y es el fundador de Time Well Spent (tiempo bien usado), una organización sin ánimo de lucro que buscar revertir la «crisis de atención digital» causada por las empresas tecnológicas.
«Muchas compañías se percataron de que existía ese recurso natural a su alrededor: la atención de la gente; si les das cosas gratis, puedes captar su atención y después vender más», dice Williams.
«Eso se convirtió en el modelo de negocio por defecto de las empresas en Silicon Valley. Cuando trabajé en Google, estuve en el departamento de Search Advertising (publicidad de búsqueda), uno de cuyos objetivos era cambiar el sistema de la publicidad».
Lo importante ahora era maximizar el número de clics y el tiempo de engagement (la interacción de los usuarios), añade Williams.
«Pero a nadie le importa mucho el tiempo que pasa usando una aplicación o en una página web, o los clics que genera. Hay un gran desajuste entre los objetivos de esa economía de la atención emergente y los objetivos que tenemos nosotros mismos como humanos».
Muchas aplicaciones y páginas web se crearon siguiendo los principios de la economía de la atención. Sus creadores sabían muy bien lo que estaban haciendo y por qué.
Sean Parker, cofundador de Facebook, declaró el pasado noviembre que la manera en el que se construyeron algunas aplicaciones (como Facebook) se basó en fundamentos psicológicos.
«Pensamos en cómo podemos consumir la mayor parte de tu tiempo y captar tu atención en la medida de lo posible. Eso significa darte un poco de dopamina de vez en cuando porque alguien hizo clic en ‘Me gusta’ o comentó en una foto que publicaste», dijo el empresario.
«Es el tipo de cosa que a un hacker como yo se le ocurriría. Explotamos una vulnerabilidad de la psicología humana».
«Hoy día, todo consiste en hacer que la gente quiera cosas y en lidiar con el hecho de que tenemos una capacidad de atención limitada. Quien se adentre en la mente de la gente gana… y los demás pierden», explica Wu.
Y cuanto más saben las apps sobre nosotros, mejor pueden captar nuestra atención y más dinero hacen.
«Ser cuidadoso en qué centras tu atención y desarrollar mejores hábitos te convierte en una persona que tiene más control sobre su vida, más autonomía», dice Wu.
Pero William considera que puede que ya sea demasiado tarde: «Estamos en un momento caótico. No somos capaces de comprender la tecnología que tenemos delante de nuestras narices».
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Artículo tomado de BBC News Mundo
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